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El trazado de la carretera N-340 entre las localidades de Nerja y Almuñecar atraviesa el Paraje Natural de los acantilados de Maro-Cerro Gordo, en el que la sierra Almijara parece volcarse de manera vertiginosa en las azules aguas del Mediterráneo. La riqueza de su flora y fauna submarinas, así como la claridad y limpieza del agua son suficientes atractivos para atraer a gran número de aficionados y practicantes de deportes acuáticos.
Como esa opción no la contemplamos por ahora, nosotros vamos a seguir desenvolviéndonos en un medio natural que dominamos algo más. Así, huyendo de las profundidades marinas, comenzaremos a tomar altura en el desvío que en la denominada cuesta de Anamaría existe. Tras un corto repecho a modo de presentación, disfrutaremos de un suave kilómetro en el que un espectacular viaducto que forma parte de la autovía A-7 aparece como un gigantesco intruso que se ha adueñado del paisaje. Chirimoyos y aguacates crecen vigorosos en las márgenes del río de la Miel, en contacto con restos de pinos que intentan sobrevivir en su continua lucha contra los incendios forestales que periódicamente asolan estos lares. De forma progresiva la pendiente se va aderezando con algunas cortas rampas mientras vamos remontamos el cauce del río.
Una vez alcanzado el kilómetro cuatro y tras dejar a nuestra derecha el desvío al núcleo de Río de la Miel, la carretera comienza a tomar altitud de forma espectacular, cortando la ladera del Alto del Cielo a donde, como su nombre indica, parece querer dirigirse. Una impresionante cuesta en la que se llega a alcanzar el 15% va a dar paso a dos extenuantes kilómetros en los que la pendiente se sitúa en torno al diez por ciento. Menos mal que superado este pequeño infierno, el asfalto nos recompensará con un corto tramo de recuperación, pudiendo incluso dejar de pedalear debido a la pendiente negativa.
Sin tiempo para degustar tan goloso pastel alcanzaremos la cabecera del río en los Cortijos del Nacimiento. Aquí la carretera cambia de ladera y vuelve a empinarse bruscamente. Tendremos que apretar músculos y dientes en un esfuerzo agónico para poder superar un serpenteante kilómetro y medio con tramos que llegan a alcanzar el 19%, aunque la dureza del trazado no va a ser óbice para disfrutar de la incomparable vista que del valle se nos presenta.
Finalmente la carretera se suaviza de manera ostensible. Estamos a punto de alcanzar el collado que señala el límite entre las provincias de Málaga y Granada y la pintoresca silueta del Peñón de los Castillejos se va a convertir en testigo mudo de la satisfacción que nos embarga al haber superado con éxito nuestro empeño. Si hemos ascendido en bicicleta de montaña podemos continuar nuestra aventura tomando cualquiera de los caminos que desde estas alturas parten hacia tierras granadinas.

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